Mi Vía de la Plata Interior

Sentada en mi escritorio y mirando la luz del atardecer cantábrico, echo la vista atrás para contaros una de las semanas más maravillosas de mi vida.

Salimos de Santander una mañana de domingo con la intuición de que el viaje que nos esperaba iba a ser algo más que unas bonitas fotos y unas vacaciones al uso para descansar, desconectar y conocer. Aún no sabíamos lo que nos esperaba y era la primera vez que una compañera de yoga y yo íbamos a viajar juntas tras pocos meses de conocernos. Pusimos rumbo a León con idea de hacer un alto en nuestro camino a Extremadura. Nuestra expectativa no era muy grande. Inconscientemente nos pesaba el propio ambiente leonés: una tarde calurosa del mes de agosto de una ciudad castellana en principio no invita precisamente al paseo y el descubrimiento. El ritmo pausado de los paseantes solitarios y anónimos, el encuentro fugaz de las miradas de los peregrinos solazándose junto al río imbuídos en sus propias meditaciones y las miradas curiosas de las parejas de ancianos que ya se han contado todo en la vida nos acompañan en ese deambular sin rumbo por el casco antiguo. Atravesamos la Calle Ancha, modernista y comercial para llegar a la Catedral. Ahí está, majestuosa, similar a muchas catedrales góticas hasta que te adentras en ella, te emborrachas con sus colores y percibes la grandiosidad de sus vidrieras.

«A diferencia de las pinturas, una vidriera ofrece multitud de matices cromáticos a lo largo del día, según la intensidad focal de sol o el ángulo de su giro. Esto genera una tensión entre la transitoriedad de las sensaciones y la permanencia de lo figurativo, entre lo fugaz y lo eterno […]. El arte de la vidriera era sumamente complicado y tenía que pasar por diferentes procesos. 1) El esbozo y el dibujo según el tamaño, color y dimensiones calculadas para la vidriera. 2) El corte de los vidrios, también ajustados a las líneas y cromatismo del proyecto; había que tener en cuenta el grosor de la sección que tenía la H del plomo. 3) La aplicación de los colores, ya que al natural del vidrio se añadían pigmentos disueltos en la masa fundida. A veces se recurría a la superposición de capas de cristal para intensificar los tonos, sombreados, etc.4) La utilización de la grisalla, esto es, vidrios pulverizados con oxidantes metálicos y otros productos colorantes adicionales. Con ello se resaltaban líneas, ojos, cabellos, plegados de los ropajes. 5) Cocción de los vidrios, con lo que se adherían las grisallas a la superficie de las placas. 6) Tras el enfriamiento, se procedía a montar los paneles e instalarlos en su correspondiente hueco de ventanal» (Catedral de León, las Vidrieras. Máximo Gómez Rascón).

Cerré los ojos para imaginar el bullicio de los talleres de vidrieros franceses que se estableceron en la ciudad donde en el siglo XIII se aunó la creatividad de los diseñadores con la pericia de los artesanos que, con pacíencia y al mismo tiempo con rapidez inusitada, plasmaron con todos los matices de colores escena tras escena, motivo tras motivo y composición tras composición uno de los mayores espectáculos visuales y espirituales de la Edad Media. ¿Serían conscientes de la magnitud de su trabajo y la trascendencia de su obra?…

Tras esta meditación compartida con mi amiga recordando la lectura de «El Número de Dios», nos dirigimos lentamente al Parador de San Marcos. Mientras lo visitábamos, recordé mi primera visita al Parador, cuando de niña mi abuela nos invitó a comer durante aquel viaje que a bordo de un Simca 1000 hicimos toda la familia la primera vez que recorrimos la Vía de la Plata camino a Huelva. De aquella comida recordé cómo mi padre le tomó el pelo a mi abuela y le hizo pasar un mal rato hablándole de los desorbitados precios del Parador y si tendría suficiente dinero para invitarnos. También evoqué aquellos enormes sillones orejeros que había en la cafetería en los que mi hermano y yo jugamos al escondite. Ya no estaban…Paseando por el claustro de la iglesia mi amiga y yo nos dio por hablar del boato de la Iglesia, el poder, la hipocresía, pero también de la profunda humanidad de algunos de sus grandes personajes, como Teresa de Jesús. Esto nos llevó a hablar de una película que en su momento tuvo su controversia: «Teresa, el Cuerpo de Cristo». Ray Lóriga hizo a mi modo de ver un trabajo muy respetuoso sobre la vida de la santa, presentándola como una de las grandes mujeres de la historia: rebelde, fiel, cuestionadora y capaz de luchar contra el poder establecido.

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